Que experimentemos sensaciones es natural. Pero conviene saber distinguirlas.
Sin entrar en muchos detalles -3,2 millones de parados y subiendo- una emoción ancestral está llegando con indisimulada intención de arrasar.
El diccionario la define así:
-Perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario.
-Recelo o aprensión que alguien tiene de que le suceda algo contrario a lo que desea.
Si, es el miedo. Una emoción primaria, cuyo mecanismo consiste en la activación de la amígdala, situada en el lóbulo temporal.
Digamos que el sistema límbico es el encargado de regular las emociones y en general todas las funciones de CONSERVACIÓN DE LA ESPECIE. Es decir, gracias a él, tal vez hayamos sobrevivido hasta hoy.
Cuando la amígdala se activa se desencadena la sensación de miedo y su respuesta puede ser la huida.
Por eso, el miedo produce cambios fisiológicos.
Entre ellos, que la sangre fluya a las piernas para preparar la huida.
También se agrandan los ojos, se dilatan las pupilas, la frente se arruga y los labios se estiran horizontalmente.
El miedo puede existir o sentirse también como organización social.
Y ahí estamos. ¿Vamos a ser mas bellos? ¿Los ojos mas grandes y los labios sin necesidad de silicona?
Cuando el miedo se extrema, aparece una nueva sensación. Otra vez - que tío mas pesao- el diccionario la define de este modo:
- Referente al dios Pan.
- Se dice del miedo extremado o del terror producido por la amenaza de un peligro inminente, y que con frecuencia es colectivo y contagioso.
Es decir, se avecinan calendas, nonas e idus cuyo estado será el de pánico.
Que algo bueno tendrá. De momento he aprendido que existía - existe?- el dios Pan.
En la web sobreleyendas.com podéis ver su figura y leer esto sobre su origen : "Según la versión más difundida de entre las muchas existentes acerca de su origen, lo primero que Pan escuchó en su vida fueron los gritos de horror de su madre, la hija de Driope, al ver la criatura a la que acababa de dar a luz ".
A lo que íbamos. Durante la fase de pánico la atención queda fijada en el peligro y los síntomas fisiológicos -ritmo cardíaco, presión sanguínea- hacen creer al sujeto que se confirma la realidad, lo que impide valorar el auténtico riesgo.
Por tanto, guardemos la calma.
Una vez analizados los síntomas y diagnosticado el mal, adoptemos una actitud racional y serena : maricón el último.
Dicho sin ánimo homófobo. No obstante, pido perdón y reitero mi respeto por los homosexuales, etc.
Pero es que, en ocasiones, hay impulsos difíciles de resistir.