El cartel decía Aqualia (Grupo FCC). No daba crédito a mis ojos y volvía a mirar, intentando desmentirme a mi mismo y comprobar que se trataba de un error de lectura.
El servicio público de agua para 16 millones de españoles realizado por una empresa privada.
Por FCC (Fomento de Contratas y Construcciones) cuya principal accionista es una de las hermanas Koplowitz. En este caso, Esther.
Y aquí estamos tan tranquilos. Pasivos e inermes ante otra descomunal barbaridad.
¿Desde cuando un servicio tan básico como el agua puede dejar de ser público?
¿Es que no vamos a aprender nunca?
Que si. Que las empresas privadas persiguen el lucro. Que es muy legítimo.
Precisamente por eso, no podemos contraponer el beneficio empresarial con algo que afecta de lleno a la salud y la supervivencia misma de las personas.
Es decir, los alegres y confiados ciudadanos estamos a expensas, en esta ocasión respecto al consumo de agua, de lo que proyecte la señora K para ganar mas dinero.
Otro sintoma más de la locura que nos rodea y sitia.
Habrá que esperar a que suceda una desgracia descomunal o a que aparezca un descosido enorme para que acudamos de nuevo al Estado -que entonces si, entonces somos todos- para que se ponga remedio a los desmanes continuados que ocasiona la ambición y el deseo desmedido de incrementar la cuenta de resultados.
Así que ya saben, 16 millones de españoles bebemos agua gracias a los beneficios que obtiene la empresa Aqualía del grupo FCC, gestionando este Servicio Público de primer orden.
Definitivamente, nos hemos debido volver locos de atar.