sábado, 29 de marzo de 2008

"Testículos en ascensor"



María, María (Santana)

De vez en cuando acudo a comprar a un pequeño supermercado cercano a la calle donde vivo. Iba a escribir "a mi calle" pero no me gusta tener sentido patrimonial de nada. Ni de las personas, ni de los animales, ni de las cosas.

Mucho menos de las enfermedades. Me molesta sobremanera- para que negarlo- que la gente comente sus dolencias al estilo de "tengo fibromialgia" "tengo una fascitis plantar" y así una interminable y desagradable lista de padecimientos.

Pues eso. Me malicio que a muchos sufridos enfermos les gusta presumir del distinguido nombre de sus padecimientos. Es lo que siempre ha tenido la medicina. Nombres cultos para los achaques.

Cuando esas queridas gentes, por lo general poco ilustradas, consiguen saber pronunciar esos difíciles nombres que la ciencia atribuye a las averías, parecen estar como gozosas.

Y pienso en las pobres señoras mayores que solo han tenido malos ratos y miserias en sus apenadas vidas.

Parece que cuando comentan esos enigmáticos palabros en el corro de su calle "pos yo tengo un eritrasma" otras le contestan "pos yo he tenido una mononucleosis" o "pos yo tengo una osteomielitis" es que lo dicen asaz ufanas.

Será porque al fin poseen algo noble, culto y científico. Algo verdaderamente suyo, personal e intransferible. Bueno lo de intransferible menos, si el tema resulta contagioso. Así, a falta de mejor suerte, resignadas, se despiden y vuelven a sus pucheros.

Haciendo un paréntesis, debo decir que al objeto de ilustrarme sobre nombres de enfermedades, me he topado con una que se llama "testículos en ascensor".

Juro por mis muertos que es cierto.

A raíz de este bonito descubrimiento, estoy a punto de adjudicarme esta avería. Es posible que lo haga cuando oiga a determinados individuos y necesite una excusa irrefutable para evadirme.

No me digan que no mola mazo decirle a mas de uno, con gesto serio y preocupado "perdona que no te siga, pero es que tengo los testículos en ascensor". Por lo menos, en el quinto piso.

Volviendo al principio, que decía yo que hace un par de días fui al supermercado atendido por el frutero, su mujer y ...... (mi hijo terminaría la frase a su modo y no se ajustaría a la verdad).

Mientras compraba unos filetes, mi vista se fue tras unas sardinas peladas envasadas. El tendero me informó que eran de Isla Cristina. Un poco caras. Pero cuando pregunto por algo y me ponen el artículo en la mano, ya me cuesta no acceder a su adquisición.

El tendero justificó el precio porque dice que estas cosas-como las anchoas en conserva- es que se trabajan a mano. Y ya se sabe, la mano de obra, lo encarece todo.

En total, que pagué 2,50 euros por ellas y están en nuestro frigo a la espera de ser degustadas.

Amplió su información pasando a contarme que la fruta la compraba mas barata si era importada de África. De Marruecos, concretamente.

La traía del Mercasevilla y aunque dice que es muy español, no tiene mas remedio que comprar las de África. Que son buenas y mucho mas baratas. Y que los negocios son los negocios.

Como acostumbro, aproveché para hablarle de cosas que hacen torcer el rostro a mis interlocutores. Sin anestesia, le dije: verá Rogelio, eso tiene que ver con un asunto muy interesante que se llama la deslocalización de empresas.

Bueno, para que no les suceda lo mismo que al tendero a los sufridos lectores del blog, de esto les hablaré otro día.

Ah! No presuman de los nombres de las enfermedades.

Es mejor hablar de las gambas tan frescas que se tomaron con una cervecita el otro día.

Es mas sano, lo prometo.

P.D.- Un afectuoso saludo para mi ausente amigo Perenquén y su admirable hijo Juan Manuel.

HASTA SIEMPRE

LA DIGNIDAD

ZAMBA DE MI ESPERANZA - Jorge Cafrune -

ERNESTO

ERNESTO
Ernesto Guevara de la Serna

ALLENDE

ALLENDE
Salvador Allende Gossens

CAFRUNE

CAFRUNE
Jorge Cafrune Herrera
En 1977, eran tiempos difíciles para Argentina. El gobierno estaba en manos de la dictadura militar.

A diferencia de otros artistas comprometidos, que se exiliaron cuando comenzaron las amenazas y las prohibiciones, Cafrune decidió quedarse y seguir haciendo lo que mejor sabía hacer: cantar y opinar cantando y haciendo.

Fue así que en el festival de Cosquín de enero de 1978 cuando su público le pidió una canción que estaba prohibida, Zamba de mi esperanza, entonces Jorge Cafrune tocó el tema argumentando que "aunque no está en el repertorio autorizado, si mi pueblo me la pide, la voy a cantar".

Según testimonios que se consignan en el Nunca más, eso ya fue demasiado para los militares, y en un campo de concentración de Córdoba ,el Teniente Coronel Carlos Enrique Villanueva opinó que “había que matarlo para prevenir a los otros”.

El 31 de enero de ese año. A modo de homenaje a José de San Martín , Cafrune emprendió ese día una travesía a caballo que lo llevaría a Yapeyú , lugar de nacimiento del libertador.

Esa noche, a poco de salir, fue embestido a la altura de Benavidez por una camioneta conducida por un joven de 19 años, Héctor Emilio Díaz.

Jorge Cafrune falleció ese mismo día a la medianoche, pero el hecho nunca fue esclarecido y para la justicia quedó sólo como un accidente.