De unos asuntos se habla mucho y de otros nada.
Entre estos últimos, algunos son de vital importancia.
Por ejemplo, el de la investigación, desarrollo y comercialización de los medicamentos.
Es un hecho que se ha dejado este campo a las grandes empresas privadas.
Éstas, con legitimidad y como en todas las actividades a las que se dedican, fijan su principal objetivo en la cuenta de resultados: hacer el mejor negocio.
Y la inevitable pregunta es:
¿Cómo podemos dejar en manos de mercaderes la responsabilidad de encontrar remedios para la salud de todos los seres humanos?
Resulta inevitable pensar que los negociantes, ante el probable dilema: dinero o salud, se inclinarán por lo que les procure el máximo beneficio.
Y es que el bienestar de los ciudadanos no es cosa de ellos, se dicen, con toda la razón.
Que ese es un asunto de los Estados.
Y a los ciudadanos no parece inquietarnos este truculento negocio.
Ni se vislumbra que nos vaya a preocupar durante muchos años.
Así está el tema.